Desde hace unos años, y a la sombra de algunos derivados lácteos, las estanterías de los Supermercados e Hipermercados se llenan de alimentos que se postulan como verdaderos sustitutos de algunos medicamentos, apoyados en grandes campaña publicitarias y un público crédulo, dispuesto a gastar uno euros de más comprando alimentos más caros que los similares, en la creencia de que sus males van a verse mitigados, sin la desagradable tarea de pasar por la farmacia.
Así, podemos bajar el colesterol, limpiar nuestras arterias, comer sin sal, aumentar nuestras "defensas" abandonado un mortecino color gris, incrementar nuestra motilidad intestinal para ser más delgados (y felices, nunca evacuar residuos ha parecido una actividad tan saludable)
Pero debemos tener cuidado, muchos de estos productos no sirven para nada comparados con otros similares y de precio alguna vez cinco veces menor.
Se leen etiquetas tan curiosas como que un zumo no tiene colesterol, como todos los demás claro;o que un pan de molde no tiene grasas trans, como si esas situaciones fuesen distintas de la mayoría.
Debemos vigilar lo que comemos pero sin dejar de lado el sentido común.
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